Como duele la derrota (III)

Hugo Cabezas 18 octubre, 2021 - 7:01 a. m.

Cuando las potencias capitalistas del mundo occidental, para referirse a un país, utilizan el diminutivo, lo hacen simple y llanamente con la intensión de minusvalorarlo: “los chinitos”, es quizás uno de los casos más emblemáticos de esta afirmación. Lograron hacer de esta grafía una referencia en donde su significante fuese plenamente correspondiente con su significado.

Por muchos años, China fue presentada como una nación pobre: la contextura física, el rostro famélico, el amarillo de su piel, su manera de vestir, su andar en bicicleta, su ingesta alimentaria basada en el arroz, entre muchas otras cosas, servía para presentar a China como un pueblo inferior, incivilizado, inculto, atrasado.

Como ha sido su costumbre, occidente quiso imponer los patrones de su modernidad a una cultura que, como la China, es absolutamente diferente a ella.

El desdén con que, las potencias capitalistas de occidente, han mirado a China ha hecho que estos no hayan logrado entender los profundos cambios estructurales que se han producido en esta nación. Sobre todo, a partir de las reformas económicas de 1978. Reformas en las cuales se encuentra la explicación del acelerado y sostenido crecimiento económico, que esa nación asiática ha experimentado desde ese año.

El lugar privilegiado de potencia mundial, que hoy ostenta China, no es casualidad. Liderazgo universal que no solo está referido al área económica; sino que, se constata en el poder militar alcanzado; en su destacada presencia en los organismos multilaterales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre los cuales cabe destacar la condición de miembro de su máximo organismo de decisión, el Consejo de Seguridad.

La nación de Mao Tse Tung, demostrando audacia e inteligencia ha sabido aprovechar su definición por la Organización Mundial de Comercio (OMC), como país en “vía de desarrollo”. Situación que le ha permitido hacer uso de las normas establecidas, por esa organización, en cuanto a las la reducción de cuotas y barreras arancelarias.

Pero, sobre todo, el nuevo liderazgo chino ha entendido que la posibilidad de convertir a su país en potencia mundial, pasa por entender que el mismo está determinado por hacerse de una visión integral del “desarrollo”; el cual, es de carácter multidimensional e integral, por lo que, no basta con alcanzar un alto crecimiento económico y poder militar; sino que, es necesario ganar la batalla por la supremacía del conocimiento. Y, aquí es donde se encuentra la mayor fortaleza de China como potencia.

China ha entendido que el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología constituyen áreas fundamentales para sus propósitos de potencia universal. Por ello, no es ninguna casualidad que el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) se haya convertido en una de sus metas fundamentales a alcanzar.

Y es que China, a la “chita callando” como nos gusta decir a los venezolanos, se fue abriendo camino con la mirada puesta en la edificación de una sociedad socialista de nuevo tipo: El Socialismo Chino. El cual, el imperio estadounidense y sus aliados de occidente, han pretendido desvirtuar afirmando que China se convirtió en una potencia capitalista; ya que, su nuevo modelo de socialismo es distinto al de su experiencia anterior y, en nada se parece, al llamado socialismo realmente existente.

Pues bien, mis estimados lectores, no hay lugar a duda, la conversión de China en una potencia mundial es otra derrota del imperio estadounidense y sus socios del sistema capitalista occidental.

Que moraleja. Los “chinitos” se convirtieron en CHINOS. Por eso: Cuando veas a un gigante, examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un enano” (Refrán alemán). El pueblo Chino terminó convirtiendo al imperio y sus aliados, en un enano.

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